miércoles, 6 de mayo de 2015

“Deberíamos sorprendernos más con nuestro entorno para saber más de nosotros mismos”


Presentación "Arte y ecología" / A.F. 

  • Entrevista con Tonia Raquejo y José María parreño, coordinadores del libro Arte y ecología, publicado por la UNED

La especie humana precisa actualizar y reorientar su relación con el entorno si quiere pervivir sobre el planeta tal y como hasta ahora lo ha hecho. Urge adoptar cambios sustanciales en todos los ámbitos, para abrazar un nuevo paradigma que altere la jerarquía de los valores actuales. La convergencia entre arte y ecología que propone este libro pretende impulsar un cambio de mentalidad a través de la educación ambiental, la empatía emocional y la reflexión artística. La obra reúne las contribuciones de diecisiete especialistas: María Novo, Luis Balaguer, Tonia Raquejo, Carmen Flys, Xabier Laka, Isusko Vivas, Ainhoa Akutain, Ana Arnaiz, Jabier Elorriaga, Iskandar Rementeria, Fernando Arribas, José Albelda, José María Parreño, Diego Arribas, Carmen Blasco, Angela Souto y Carma Casulá.



P. Ustedes proponen usar el arte para crear una conciencia medioambiental en los ciudadanos. ¿Sobre qué premisas establecen esta relación?

Tonia Raquejo. Parece que en nuestra cultura no siempre el saber y el sentir van parejos. Por ejemplo, si realmente atendiéramos a las cifras y datos que la ciencia nos proporcionan cada año sobre el deshielo de los glaciares y sus posibles consecuencias para el hábitat actual de la especie en el planeta, actuaríamos sin dilación para paliar y atrasar lo más posible este proceso. Sin embargo, no lo hacemos, quizás porque aunque “lo sabemos” no somos conscientes de ello, y por tanto seguimos viviendo como si no ocurriera, o como si fuera a ocurrir en un horizonte muy lejano. El arte puede contribuir a crear consciencia a través de la sensibilización hacia el medio en el que vivimos que es nuestra casa, y recordarnos una y otra vez que formamos parte de ella y que nuestro futuro depende de cómo nos relacionemos con ella.



P. Cuando hablan de arte, ¿a qué disciplinas en concreto se refieren?

T.R. Entendemos por arte los procesos creativos en general, de ahí que hablemos desde la literatura hasta la escultura, la pintura…; sin embargo, son las intervenciones artísticas en el territorio las que más específicamente materializan las sinergias entre arte y ecología por actuar directamente en la naturaleza. No obstante, hay que tener en cuenta que hay muchas maneras de intervenir en un territorio, no es necesario actuar físicamente sobre él generando obra in situ, a veces a través de la mirada del artista -registrada por ejemplo, en fotografías-, pueden desvelarse aspectos o puntos de vista antes no visibles y que contribuyen a hacernos sentir parte del lugar, de los procesos dinámicos de la naturaleza.



P. ¿Todas tendrían la misma capacidad de influencia?


T.R. Cada una en su ámbito juega un papel específico e igualmente importante a la hora de crear consciencia y sensibilización ecológica.



P. Incluso proponen educar a través de la literatura y la ficción. ¿Cómo puede producirse o se produce ese proceso? ¿Algún ejemplo?

T.R. Más que educar se trata de sensibilizar, pues la educación sin sensibilización puede acabar por convertirse en mera información. En este sentido la ficción tiene la posibilidad de hacernos vivir en el imaginario posibles situaciones. La literatura, por ejemplo, nos sitúa en un lugar degradado - hay un capítulo dedicado al Corazón de la tierra que Cobos Wilkins ambienta en las minas de Río Tinto- al que sin acceder físicamente, logramos conocer y con el que llegamos a empatizar y sentirnos atraídos por su historia, por las historias de sus habitantes, sus vidas en esas circunstancias difíciles; y pone de manifiesto la relación entre la explotación de los recursos y la explotación de los seres humanos, pues al fin y al cabo se trata de la misma actitud de codicia y desprecio tanto hacia la casa como a sus habitantes. De la misma manera la ficción, en su vertiente utópica, explora relaciones con el entorno semejantes a las que el artista plástico desvela con su mirada: relaciones empáticas que nos permiten ensayar nuestra relación con el mundo desde perspectivas menos antropocéntricas, haciéndonos sentir, en el imaginario, la relación integral entre la especie humana y su biosfera, e incluso su cosmo-esfera, como señalan los noosféricos. Si todo esta interconectado y sabemos que estamos constituidos a base de polvo de estrellas, deberíamos de sorprendernos más con nuestro entorno para saber más de nosotros mismos.



P. ¿Cree que esta vía alcanza resultados no obtenidos por otras fórmulas?


T.R. Creo que el arte puede contribuir específicamente, ya que potencia nuestra capacidad sensorial lo que por un lado, y unido a su ámbito simbólico, converge en una relación empática con el medio. A veces los problemas y conflictos no se solucionan mediante el conocimiento racional, sino mediante el trabajo emocional capaz de conectarnos de manera mas comprometida y empática con el medio, al que consideramos como un escenario fuera de nosotros, como si fuera algo distinto: “lo otro”. En este sentido, el arte puede acercarnos a experimentar lo otro como propio.



P. Ustedes hablan de arte ecológico. ¿Cómo se definiría y cuáles serían sus características?


José María Parreño: Algún capitulo del libro está enteramente dedicado a esta cuestión, lo que indica que es un asunto debatido. Arte ecológico no es simplemente el que tiene a la naturaleza como tema, sino el que encarna los rasgos distintivos de la ecología (sostenibilidad, interdependencia, carácter cíclico, limitación de los elementos del sistema…). Aquellas obras que visibilicen esos principios pueden llamarte arte ecológico. Pero también las que muestren su alteración o degradación. También es importante revisar el concepto de belleza natural, que en el arte ecológico se distancia de la idealización y el simbolismo de la naturaleza que acuñaron románticos e ilustrados. El objetivo del arte ecológico es en definitiva generar empatía con los sistemas ecológicos y consecuentemente cambiar nuestra relación con los mismos.



P. ¿Han estudiado casos concretos?

J.M.P. Sí, se citan numerosos casos concretos, bien como ejemplo de la problemática tratada o bien como ejemplo de la forma de abordarla. Dos ejemplos, uno español: las grietas de sequía en el suelo cosidas con lana por Lucia Loren (Coser la cima, 2009), las fotografías de Raghu Rai tituladas El desastre de Bhopal (1984).



P. Esta obra está escrita por 17 autores provenientes de distintas disciplinas, ¿cuáles?

J.M.P. Educación ambiental, restauración ecológica, literatura, arquitectura, historia del arte, filosofía moral, escultura, fotografía….



P. Las estrategias que ustedes han establecido en su investigación y que ahora se plasman en este libro, ¿a quién van dirigidas?

J.M.P. Aunque nos gustaría responder “a todo el mundo”, porque la problemática ambiental nos afecta a todos (aunque sus consecuencias no serán iguales para todos), es más realista decir que van dirigidas a artistas en general, a activistas sociales y a personas que, sean científicos o no, están preocupadas por el deterioro ambiental.



P. ¿Cómo prevén que evolucione el arte ecológico en nuestro país?

J.M.P. Como la propia problemática que trata: en aumento. Cada vez más obras y más artistas la tendrán como tema. Lo importante es que además de mayor en número lo sea en calidad. Y más importante todavía: que se convierta en un factor de concienciación y cambio de actitud.



P. ¿Algún modelo exterior en el que fijarse?

J.M.P. Las sociedades de los países escandinavos y del Reino Unido han sido más sensibles a la problemática ambiental y como consecuencia allí hay más artistas que desde hace más tiempo se ocupan de estas cuestiones.



Pie de foto. El libro se presentó anoche en el espacio UNE de la Librería Científica del CSIC. Intervinieron (de izqda. a dcha.): María Novo Villaverde, directora del Proyecto ECOARTE y colaboradora del libro; Federico Mayor Zaragoza, científico y poeta, presidente de la Fundación Cultura de Paz; Tonia Raquejo Grado, coordinadora del libro; Herminia Calero Egido, directora de la Editorial UNED; y José Mª Parreño Velasco, coordinador del libro.