viernes, 26 de febrero de 2016

“Para analizar la ciencia española de los años de la Dictadura, poner el acento en los que se fueron es un reduccionismo injusto y poco objetivo”

José Ibáñez Martín y la ciencia española / A.F.

  • Entrevista con Alfonso V. Carrascosa y Esther Rodríguez Fraile, coautores junto con Justo Formentín Ibañez del libro "José Ibáñez Martín y la ciencia española: el Consejo Superior de Investigaciones Científicas".

Los beneficios que ha aportado el CSIC a la sociedad española desde el 1939 se deben al trabajo abnegado de muchas personas. Entre ellas, es justo destacar el realizado por Ibáñez Martín, que fue su Presidente durante 29 años, y el de su colaborador, José Mª Albareda, que fue el Secretario General, hasta su fallecimiento en 1966. Este libro, que se edita sin apoyo estatal alguno, pretende ofrecer una visión general del compromiso con la ciencia española de José Ibáñez Martín, cuya figura despierta cada vez mayor atención.



P. ¿Quién fue José Ibáñez Martín y por qué es necesario reivindicar su figura hoy?

R. Jose Ibáñez Martín fue un político conservador, miembro de la asociación Católica Nacional de Propagandistas (ACNDP), actual ACDP, que sirvió a España desde la política durante el Gobierno de Primo de Rivera, la IIª República y el Gobierno de Franco. Es necesario reivindicar su figura porque impulsó el desarrollo educativo y científico español de manera determinante. José Ibáñez Martín sustituyó a Pedro Sainz Rodríguez en la cartera de Educación al terminar la Guerra Civil Española. Durante doce años, que coincidieron con los más duros de la postguerra debido a la autarquía y al aislamiento internacional, Ibáñez Martín contribuyó a crear un sistema educativo y científico que diera estabilidad y respondiera a las necesidades políticas y sociales de España. Justo Formentín Ibáñez (1932-2012) era sobrino suyo, lo que unido a su acceso directo al archivo de Ibáñez Martín por gentileza de su familia, nos ha permitido aportar en el texto muchos aspectos inéditos de su vida, que sin duda no agotan la biografía del personaje.



P. ¿Cómo combinó su compromiso intelectual con la colaboración con el Gobierno de Franco?

R. Haciendo uso de su experiencia política previa, de su inteligencia y de su gran sentido común. En primer lugar, Ibáñez Martín coincidía plenamente con aspectos básicos de una buena parte de la población española y del nuevo contexto político tales como el ser conservador, su catolicismo y su anticomunismo. Por otro lado, su trabajo al frente del Ministerio de Educación se centró en restablecer las devastadas estructuras educativas tras tres años de guerra y de los cinco de República, con sus controvertidas leyes de educación. Era difícil que su trabajo le enfrentase con el nuevo gobierno ya que se dedicó a reconstruir escuelas, escolarizar niños y niñas y reorganizar los estudios universitarios tras las bajas de los caídos en la guerra y los exiliados y depurados. Poner a la firma de un militar Jefe de Estado el decreto fundacional del CSIC inmediatamente después de finalizada la contienda fue crucial para la supervivencia de la actividad científica española. Eso hizo Ibáñez Martín.



P. ¿Qué papel tuvo en la creación del CSIC?

R. Ibañez Martín tuvo un papel fundamental en la creación del CSIC, que se comenzó a preparar durante el último año de la Guerra Civil, siendo ministro Pedro Sainz Rodríguez. Él y José María Albareda, ambos experimentados catedráticos de instituto, formaron parte de la Comisión de Cultura y Enseñanza creada por Ley de dos de octubre de 1936, y de sus conversaciones sobre el futuro de la ciencia española surgió el proyecto del CSIC. Sin la experiencia política de Ibáñez Martín, su conocimiento de las leyes como abogado, y su amplio bagaje en humanidades, el CSIC no habría existido. La experiencia directa en investigación científica de Albareda y su profundo conocimiento tanto de instituciones internacionales de investigación como de ciencias experimentales fue el complemento idóneo para tan delicada empresa. Las gestiones de Ibáñez Martín ya como ministro y presidente fundador del CSIC para obtener fondos, etc., fueron las que sacaron adelante de facto a la institución.



P. ¿Qué se pretendía con la creación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas en aquel momento?

R. Con la creación del CSIC se pretendía fundamentalmente que España continuase su actividad científica al más alto nivel. El propio Ibáñez Martín reconocía que no se partía de cero, destacando él mismo el papel de los inmediatos antecesores del CSIC: la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas y la Fundación Nacional de Investigaciones Científicas y Ensayos de Reformas, de corta vida y dedicada a las aplicaciones de la ciencia. La idea de la ciencia al servicio de progreso de la sociedad era compartida por Albareda y por el ministro. Y en la coyuntura socio-económica del país tras la guerra, se mostraba verdaderamente útil el hecho de que la industria, el campo, la medicina o la pedagogía pudiesen beneficiarse de las conclusiones de la investigación científica.



P. ¿Con qué dificultades se encontró en la creación y puesta en marcha del Consejo?

R. Las principales dificultades fueron, obviamente, las derivadas de la situación de posguerra. Pobreza y destrucción de infraestructuras eran trabas que, por otro lado (y llamativamente) no impidieron la puesta en marcha de los institutos y departamentos. Otras dificultades llegaron de la falta de personal cualificado y de prestigio, algo que se palió poco a poco con un elevado número de pensiones y la reforma del sistema educativo que impulsara el ministro. Además de los fallecidos hubo que prescindir de los exiliados y depurados, lo que dejó muy mermado el cuadro de investigadores. En otro sentido, la Segunda Guerra Mundial que empezó en el mismo 1939 y el aislamiento internacional al que las potencias antifascistas aliadas sometieron a España dificultaron (aunque tampoco impidieron) el intercambio cultural imprescindible para el enriquecimiento científico, gracias fundamentalmente a la decisión política de Ibáñez Martín de dar a conocer al mundo la actividad del CSIC a través de su Servicio de Publicaciones, de la salida de científicos a eventos académicos internacionales y de la invitación de científicos de todo el mundo a colaborar e impartir conferencias en España, como era frecuente hacer durante el primer tercio del siglo XX español.



P. ¿Cuál fue la evolución de la ciencia en España en aquel período?

R. Definiríamos la evolución de la ciencia como un proceso “lento pero seguro”. Fue constante la incorporación de mujeres a las tareas científicas. Políticamente, se reforzó la vinculación del CSIC con el Ministerio de Educación, en la persona de Ibáñez Martín, ministro y presidente, para asegurar el avance de su actividad. Desde el principio se hizo un gran esfuerzo de internacionalización, algo intrínseco en el quehacer científico. Otra característica que destacaríamos sería la coordinación, no siempre fácil, entre Universidad, CSIC y otras instituciones investigadoras. Otro aspecto que a nuestro juicio es especialmente importante fue que el desarrollo de la ciencia que impulsaba el CSIC se diese tanto en el campo de las ciencias experimentales como en el de las Humanidades y Ciencias Sociales, es decir, la multidisciplinariedad. Un rápido repaso a las Memorias del CSIC de aquellos años revela una amplísima gama de líneas de investigación: ingeniería, edafología, óptica, estudios semíticos, Historia de la Iglesia, Química, Derecho e incluso departamentos de lengua vasca y catalana. El Arbor scientiae o árbol luliano de la ciencia en todo su esplendor de ramas y frutos, por citar la imagen metafórica que usaban Albareda e Ibáñez Martín y que se convirtió en el sello del CSIC. Ambos habían demostrado con anterioridad a la fundación del CSIC ser convencidos descentralizadores, e impulsaron la fundación de institutos fuera de Madrid. Ibáñez Martín profesionalizó la investigación científica haciendo aparecer el científico profesional sin carga docente. Ya hemos comentado que se buscaron con ahínco las aplicaciones de la ciencia.



P. Una de las misiones del CSIC desde el inicio fue la publicación de obras. ¿Cuáles fueron las primeras y con qué objetivo?

R. Tan pronto como el CSIC comenzó su andadura, Ibáñez Martín impulsó su actividad editorial para dar a conocer con pruebas fehacientes, dentro y fuera de España, que la actividad científica continuaba y ni mucho menos se había parado, como se trataba de hacer creer en el exterior. Fundaría el Servicio de Publicaciones, hoy editorial CSIC que acaba de cumplir 75 años, la más importante editorial científica española. Este libro que ahora publica CEU Ediciones es tal vez la primera obra que reseña los inicios de la actividad editorial del CSIC. La publicación de obras es el colofón imprescindible para una investigación científica, ya que supone la exposición pública de los resultados del estudio e innovación científica. Por ello, para que el CSIC se presentase ante el mundo como una digna institución de investigación científica, debía comenzar enseguida la publicación de obras especializadas.

El primer paso sería aprovechar algunas revistas fundadas con anterioridad, que eran demandadas por universidades extranjeras suscritas a ellas. Seguidamente, y conforme se ponían en marcha los distintos centros e institutos del nuevo CSIC, se aprobaba la creación en ellos de publicaciones periódicas con las que dar salida a los resultados de sus estudios. De ese modo, y con cierto e inevitable aire propagandístico se procedían a enviar fuera y a abastecer las bibliotecas de las universidades españolas. Desde el principio se acometió la publicación periódica de las Memorias del CSIC, libros que constituyen para el investigador actual una importante fuente a la hora de conocer la historia de la institución.



P. ¿Cuál fue la contribución del CSIC y la ciencia, en general, a la creación de la cultura nacional del nuevo régimen?


R. La cultura del régimen de Franco, como la de cualquier estado dictatorial, tuvo una evidente función de propaganda interna y externa, algo que por cierto cualquier sistema político no dictatorial intenta hacer. El nuevo régimen se planteaba restablecer el orden después de la Guerra Civil y de los años de la II República y emprender una regeneración de todos los aspectos de la vida, ciencia incluida, que impulsase el progreso de la España “una, grande y libre”. “Libre”, sin la secular dependencia exterior también en lo científico. Si bien ese desapego de lo extranjero vino más bien impuesto por las circunstancias externas (II Guerra Mundial y posterior aislamiento) lo cierto es que la autarquía cultural también se aprovechó para magnificar las posibilidades científicas autóctonas. El desarrollo rápido, eficaz, duradero y prolífico del CSIC contribuyó a demostrar que la fuerza y capacidad intelectual y científica de España no había desaparecido tras la Guerra Civil. Se podía afirmar que, sin la dependencia exterior, se patrocinaba y gestionaba el trabajo científico en todas las áreas.



P. Como ministro de Educación tuvo que abordar cuestiones como el exilio de intelectuales o la depuración de profesores. ¿Cómo abordó estas cuestiones?

R. Las depuraciones que se llevaron a cabo durante la guerra y en su inmediata conclusión por el bando vencedor, mermaron notablemente el cuadro de profesores e investigadores en España, algunos de los cuales no obstante volvieron. Conviene puntualizar a este respecto que la primera ley de depuración del profesorado la promulgó el Gobierno Republicano, declarando desafectos al régimen a muchos intelectuales conservadores de la época. Fue un proceso inevitable para Ibáñez Martín, habida cuenta de las hondas raíces ideológicas que habían provocado la Guerra Civil y de un estado dictatorial donde contravenir una ley ponía en riesgo tu vida. El papel del nuevo Ministro no pudo paralizarlas o eliminarlas ,sino que consistió en agilizarlas para acabar cuanto antes y poder dotar a las escuelas en el menor tiempo posible de los profesores necesarios para que volvieran a la normalidad.

Queremos resaltar, en este tema, un hecho importante. Es un lugar común del post-franquismo lamentar amargamente el exilio o deportación de los científicos e intelectuales españoles dejando nuestro país en un páramo cultural. Lo primero es que se ignora que muchos de ellos se exiliaron de la España republicana por la persecución política y religiosa contra cualquiera que por uno u otro motivo se sospechase no fuera simpatizante del Frente Popular, p.ej.- Severo Ochoa, Gregorio Marañón, la Escuela de Filosofía de Madrid en pleno, etc. Si bien es cierto que las represalias franquistas alejaron del país a grandes personalidades de la cultura y de la ciencia, también es cierto que se quedó un grupo suficiente de intelectuales que pusieron en marcha el CSIC, mantuvieron la actividad universitaria y sacaron adelante la educación primaria y secundaria en todo el territorio nacional. Para analizar la ciencia española de aquellos años poner el acento en los que se fueron es un reduccionismo injusto y poco objetivo. Una firme política de pensiones en España y el extranjero, una frenética actividad de misiones pedagógicas, etc., impulsadas por Ibáñez Martín, fomentaron la elevación del nivel educativo, cultural y científico de la España de la época.

Este asunto del exilio y de las depuraciones es lo que da más valor al trabajo de Ibáñez Martín y de Albareda. Estuvieran de acuerdo o no con las depuraciones, su actitud fue la de seguir hacia adelante sin entretenerse en lamentaciones estériles, al igual que hicieran los dirigentes del desarrollo científico español durante la Dictadura de Primo de Rivera, que no se enfrentaron contra aquel autoritarismo, sino que se dedicaron a hacer avanzar la ciencia en esas adversas condiciones. Eso mismo hicieron Ibáñez Martín y muchos tras la Guerra Civil. Como ya expresamos de una manera poco académica en nuestro trabajo de investigación, nuestros protagonistas acogieron el popular refrán de “con estos bueyes hay que arar” y descubrieron y/o impulsaron la labor científica de los que sí estaban en España continuando sus trabajos anteriores o emprendiendo nuevas líneas de investigación.



P. Ibáñez Martín estuvo al frente del Ministerio de Educación doce años (1939-1951). ¿Cómo valoran el trabajo alcanzado por el Consejo en ese tiempo?

R. El trabajo del CSIC durante el ministerio de Ibáñez Martín se puede resumir en prolífico, estable y conciliador. Prolífico en cuanto al número de publicaciones, departamentos, laboratorios, investigadores, pensionados, etc. Estable porque puso las bases para que no le afectasen (más que positivamente) el fin de la autarquía y la llegada de la democracia y continúe su labor tranquilamente en el 2016. Conciliador por la cantidad de puentes que intentó tender con las universidades, los centros educativos, los laboratorios, las instituciones extranjeras y las nacionales ya existentes, así como con la vuelta de científicos españoles de prestigio como el Premio Nobel Severo Ochoa y tantos otros. Los fastos de la conmemoración del X aniversario de la creación del Consejo con la sorprendentemente numerosa presencia de científicos extranjeros y el mayor número de premios Nobel que han coincidido en España en toda su historia, habla por sí sola (aun despojándola de la aureola propagandística con la que nos la han narrado) del trabajo y del talante del ministro José Ibáñez Martín.



Pie de foto. El libro se presentó anoche en el espacio UNE de la Librería del BOE (Trafalgar, 27. Madrid). Intervinieron: Juan Luis Jarillo Gómez, secretario del Centro de Madrid de la Asociación Católica de Propagandistas y secretario general de la Fundación Universitaria San Pablo CEU (c); José Antonio Ibáñez-Martín, catedrático de Universidad (d); y Alfonso V. Carrascosa (i), científico del MNCN-CSIC y director de la revista Arbor.

jueves, 25 de febrero de 2016

La luz de sincrotrón. Descubrir la estructura de la materia

 La luz de sincrotrón
La luz de sincrotrón
  • Tercera conferencia del ciclo “Divulgar en la calle”, organizado por la Universitat Autònoma de Barcelona y la Librería Documenta
  • A cargo del divulgador científico Sebastián Grinschpun, autor del libro La luz de sincrotrón. Descubrir la estructura de la materia, publicado por el Servicio de Publicaciones de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB).

Existe un mundo oculto a nuestra mirada. Un mundo invisible simplemente porque no se deja perturbar por la luz visible, pero que nos abre sus puertas cuando nos acercamos a él con otras energías y otros colores. Más allá de la superficie, en el detalle más íntimo, están las respuestas a muchas de las cosas que nos rodean. Respuestas que poco a poco se han ido haciendo visibles, iluminadas por luces que hemos aprendido a crear y controlar, y que nos han revelado la lógica y la belleza que todo lo sustentan.

Con estas palabras Sebastián Grinschpun nos introduce en un mundo apasionante, donde grandes infraestructuras científicas como el sincrotrón Alba, empleando ondas electromagnéticas situadas más allá del espectro visible, nos revelan la estructura profunda de la materia y nos ofrecen todo un universo de aplicaciones prácticas sorprendentes que hasta hace poco ni siquiera habríamos sido capaces de sospechar.

Sebastián Grinschpun (Haifa, 1977) es el responsable de Comunicación del Instituto de Física de Altas Energías (IFAE), situado en la Universidad Autónoma de Barcelona. Se licenció en Ciencia Físicas en la Universidad de Barcelona y ha dedicado su carrera profesional a la divulgación de la ciencia. Ha trabajado en programas televisivos como Redes o Tres14, en documentales científicos y en programas infantiles con el objetivo de difundir la ciencia y acercarla a la gente de una forma amena y rigurosa. Actualmente desarrolla programas educativos relacionados con la física de partículas y astropartículas y la cosmología, los tres temas que centran la investigación del instituto en el que trabaja.

Divulgar en la calle

Este será el tema de la tercera conferencia del ciclo “Divulgar en la calle” que, a través de algunas obras de la colección El espejo y la lámpara de la UAB, ha sido concebido para promover la reflexión y acercar el pensamiento y el conocimiento nacidos dentro de la universidad al conjunto de la sociedad. Pretende abordar temas de actualidad y de interés general en torno al pensamiento y la ciencia, siempre desde el pluralismo y el espíritu crítico, mediante seis mesas redondas, conducidas por pensadores y profesores provenientes de ámbitos tan diversos y apasionantes como la literatura, la cosmología, la psicología, la antropología, la física o la toxicología.

"Divulgar en la calle" está abierto a todos los públicos, especialmente a la comunidad universitaria, a los clientes habituales de la librería Documenta, y a todas las personas interesadas en mantenerse al día en los nuevos avances en el mundo del conocimiento.

La conferencia se celebrará el miércoles 2 de marzo, a las 19:00h, en el espacio UNE de la Librería Documenta de Barcelona (Calle Pau Claris, 144; metro/Renfe Paseo de Gracia). Intervendrán Manel Sabés, vicerrector de Relaciones Institucionales y de Territorio de la UAB, autor del prólogo; y el autor.

Próximas mesas redondas
Día 6 de abril (19 h): “Tóxicos. Los enemigos de la vida”. Raimon Guitart (toxicología)
Día 4 de mayo (19 h): “Mentes lúcidas i longevas”. Adolf Tobeña (psicología)
Día 1 de junio (19 h): “El mito de Atapuerca”. Oliver Hochadel (antropología)

Mesas ya celebradas
13 de enero de 2016: “El lugar del ensayo hoy”. Jordi Gracia y Domingo Ródenas (literatura)
3 de febrero de 2016: “¿Es la vida patrimonio único de la Tierra?”. Josep Maria Trigo (cosmología)

lunes, 22 de febrero de 2016

CEU Ediciones presenta el libro “José Ibáñez Martín y la ciencia española: El Consejo Superior de Investigaciones Científicas”


José Ibáñez Martín y la ciencia española

  • El jueves 25 de febrero, a las 18:30h, en el espacio UNE de la Librería del BOE
Recién terminada una devastadora guerra civil, la primera ley que se aprueba en España crea un organismo, el CSIC, dedicado al fomento, la orientación y la coordinación de la investigación científica. Tal decisión expresa el interés que tenía el Ministro de Educación Nacional, José Ibáñez Martín, hacia la investigación, según había manifestado en sus intervenciones como diputado durante la República. El CSIC se funda con la noble ambición de cultivar todos los saberes, tanto teóricos como aplicados y de vincular los resultados obtenidos con las necesidades del país, buscando el aprovechamiento de las energías presentes en todo nuestro territorio, y tratando de conocer los mejores centros de investigación extranjeros. Esta tarea seguía la norma de la continuidad, procurando la integración en el CSIC de todos los que cultivaban la investigación, primeramente de los que habían trabajado en la Junta de Ampliación de Estudios.

Los obstáculos que hubo que vencer fueron inmensos y los frutos conseguidos no siempre alcanzaron las metas fundacionales. Pero tiene interés recordar al Dr. Marañón, cuando declaró en 1952 que «en nuestro país no han tenido nunca los hombres de ciencia tantas posibilidades de trabajar y de ser ayudados por el Estado en sus afanes como bajo la tutela del Consejo Superior de Investigaciones Científicas» o las elogiosas palabras hacia el CSIC pronunciadas en 1950 por diversos Premios Nobel, como Sverdberg (Suecia) o Hahn (Alemania), que dijo “en Madrid hemos visto lo que un país pobre que comprende realmente la vital necesidad de una investigación científica y técnica puede hacer por el fomento de la ciencia cuando se lo propone seriamente».

Evidentemente, los beneficios que ha aportado el CSIC a la sociedad española desde el 1939 se deben al trabajo abnegado de muchas personas. Entre ellas, es justo destacar el realizado por Ibáñez Martín, que fue su Presidente durante 29 años, y el de su colaborador, José Mª Albareda, que fue el Secretario General, hasta su fallecimiento en 1966. Este libro, que se edita sin apoyo estatal alguno, pretende ofrecer una visión general del compromiso con la ciencia española de José Ibáñez Martín, cuya figura despierta cada vez mayor atención.

LOS AUTORES

Justo Formentín Ibáñez: (Valencia, 1932). Se ordenó como sacerdote dominico en 1954. Se doctoró en Filosofía y Letras por la Universidad de Barcelona en 1975, habiendo alcanzado antes los títulos de Diplomado en Psicología, de Licenciado en Teología y de Licenciado en Filosofía y Letras. Fue Director de la revista del CSIC Perspectivas Pedagógicas y miembro del consejo de redacción de Hispania Sacra. Trabajó en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas primero como Becario en Barcelona, en 1975, y más tarde, en 1981, como Colaborador Científico, primero en el Instituto Milá y Fontanals y a partir del 1984 en el Instituto de Historia de Madrid. Se especializó en cuestiones relacionadas con la educación y con la historia de la investigación española, publicando numerosos artículos y diversos capítulos o libros sobre la Junta de Ampliación de Estudios, entre los que podemos destacar los siguientes trabajos, realizados junto con Mª J. Villegas: (1987) Castillejo organizador de la Junta para Ampliación de Estudios y de la Fundación Nacional para Investigaciones Científicas, en José Castillejo y la política europeísta para la reforma educativa española; (1987) Altamira y la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, en Estudios sobre Rafael Altamira; (1992) Relaciones culturales entre España y América: La Junta para Ampliación de Estudios; (1996) La Escuela de Párvulos de Simancas: Un ensayo pedagógico de la Junta para Ampliación de Estudios, así como publicó un libro, junto con E. Rodríguez, titulado (2001) La Fundación Nacional para Investigaciones Científicas (1931-1939). Actas del Consejo de Administración y estudio preliminar etc. Falleció en Barcelona, a donde había vuelto algún año después de su jubilación. Tuvo un firme compromiso religioso con la orden dominicana, que compatibilizó con atenciones presbiterales a su familia y con su cercanía y servicio a otras realidades eclesiales, como el Camino Neocatecumenal y el Movimiento de los Focolares, donde siempre fue muy bien acogido.

Alfonso V. Carrascosa: (Madrid, 1961). Es doctor en Ciencias Biológicas por la Universidad Complutense de Madrid e investigador científico del CSIC. Ha colaborado con importantes instituciones relacionadas con la seguridad alimentaria tales como ENAC o AENOR, así como de gestión de la investigación industrial como CDTI, habiendo sido profesor de la Universidad Autónoma de Madrid. Coautor de varias patentes transferidas a empresas, de más de 100 artículos científicos en revistas SCI, y de varios libros, recibió, junto a sus compañeros, el Premio Candia 1991, la Medalla de Oro al Mérito de la Investigación Enológica 2007, el Premio de la Real Academia Gallega de Ciencias 2009 y el Premio Internacional en Enología OIV en 2011. En su actual destino, el Museo Nacional de Ciencias Naturales, forma parte del grupo "Historia y documentación de las Ciencias Naturales en España". Además coordina el Grupo de “Historia de la Microbiología Española” de la Sociedad Española de Microbiología (SEM), es director de la revista Arbor y miembro de la Comisión Mujeres y Ciencia del CSIC.




Esther Rodríguez Fraile: (Pamplona, 1972). Es Licenciada en Geografía e Historia por la Universidad de Navarra y obtuvo la Suficiencia Investigadora en el Departamento de Historia Contemporánea de la Universidad Complutense de Madrid. Durante su colaboración en el Instituto de Historia del Consejo Superior de Investigaciones Científicas estudió la política cultural del primer franquismo y publicó trabajos sobre la Junta de Ampliación de Estudios y la FNICER. Actualmente desarrolla su actividad docente en un Centro de Enseñanza de Bachillerato y en el Centro Universitario Villanueva. Su labor investigadora continúa en el ámbito de la Historia del Cine y su relación con el arte y la cultura española.

El libro se presentará el jueves 25 de febrero, a las 18:30h, en el espacio UNE de la Librería del BOE (Trafalgar, 27. Madrid). Intervendrán: Juan Luis Jarillo Gómez, secretario del Centro de Madrid de la Asociación Católica de Propagandistas y secretario general de la Fundación Universitaria San Pablo CEU; José Antonio Ibáñez-Martín, catedrático de Universidad; y Alfonso V. Carrascosa, científico del MNCN-CSIC y director de la revista Arbor.

lunes, 15 de febrero de 2016

Las editoriales universitarias consolidan sus ventas en la FIL

Stand UNE FIL 2015 / COBI


Las editoriales universitarias españolas incrementaron sus ventas un 5% en la última edición de la FIL celebrada del 28 de noviembre al 6 de diciembre en Guadalajara (México), según los datos facilitados por Corporación Bibliográfica (COBI), distribuidora encargada de la gestión del stand de la UNE en dicha cita.

Los diez libros más vendidos en esos días fueron los siguientes (listado por orden alfabético):

Los diez sellos universitarios que más vendieron fueron, por orden alfabético:
  • Universitat de Barcelona
  • Centro de Estudios Políticos y Constitucionales
  • Universidad de Granada
  • Universidad Internacional de La Rioja
  • Ministerio de Educación, Cultura y Deporte
  • UNED
  • Universitat Oberta de Catalunya
  • Universidad Politécnica de Valencia
  • Universidad Pontificia Comillas
  • Universitat de València

Las cincuenta y siete editoriales que estuvieron presentes en la FIL 2015 fueron las de las universidades de Alcalá, Alicante, Almería, Autònoma de Barcelona, Autónoma de Madrid, Barcelona, Burgos, Cádiz, Cantabria, Castilla-La Mancha, Fundación Universitaria San Pablo CEU, Complutense de Madrid, Córdoba, Deusto, Europea Miguel de Cervantes, Extremadura, Granada, Huelva, Internacional de Andalucía, Internacional de La Rioja, Islas Baleares, Jaén, Jaume I, La Laguna, Las Palmas de Gran Canaria, León, Lleida, Málaga, Murcia, Navarra, Oberta de Cataluña, Oviedo, País Vasco, Politècnica de Catalunya, Politécnica de Valencia, Pontificia Comillas, Pontificia de Salamanca, Pública de Navarra, Rey Juan Carlos, Salamanca, Rovira i Virgili, San Jorge de Zaragoza, Santiago de Compostela, Sevilla, UDIMA, UNED, Valencia, Valladolid, Vigo, y Zaragoza; además de las de los centros de investigación Casa de Velázquez, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales (CEPC), Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), Consello da Cultura Galega, Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), Diputación Provincial de Sevilla y Ministerio de Educación, Cultura y Deporte.

Acuerdos con editores universitarios iberoamericanos en la FIL

La UNE aprovechó la celebración de la FIL para ultimar acuerdos con editores universitarios iberoamericanos para la incorporación de sus fondos en la plataforma de venta de libros universitarios Unebook, alianzas que se han venido gestando en los últimos meses y que podrán ser anunciadas en breve.

jueves, 4 de febrero de 2016

Josep M. Trigo: “La ignorancia científica podría conducir a la desaparición de una civilización”


Conferencia "¿Es la vida patrimonio único de la vida?" / UAB 


  • Autor del libro "Las raíces cósmicas de la vida", publicado por Editorial UAB 

Bajo el título “¿Es la vida patrimonio único de la Tierra?” y basada en el libro “Las raíces cósmicas de la vida”, del científico Josep M. Trigo, anoche se celebró la segunda conferencia del ciclo “Divulgar en la calle”, organizado por la Universitat Autònoma de Barcelona y la librería Documenta, que se está desarrollando desde enero hasta junio en el espacio UNE de la citada librería. Con este motivo, hablamos con el científico en esta entrevista.



P. ¿Es la vida patrimonio único de la Tierra?


R. Diferentes líneas de evidencia indican que claramente la respuesta es un rotundo NO. Hoy en día conocemos que en otros lugares del Sistema Solar pudo surgir vida en el pasado y, desde luego, estamos descubriendo miles de planetas extrasolares que revelan que cada galaxia puede contener tantos planetas como estrellas. No sólo el argumento numérico es relevante dado que la química de otros sistemas planetarios se antoja similar y dominada por el carbono en cualquier punto de nuestra galaxia o en otros entornos cósmicos. El progresivo incremento de la complejidad orgánica, es decir de la química del carbono, debe poder producirse en cualquier lugar en que se den las condiciones de estabilidad térmica y acuosa propicias. La vida es consecuencia natural de la evolución química del Universo, como explico en mis libros.



P. Cuándo los científicos hablan de “vida” ¿qué deben entender por tal los ciudadanos?

R. Nos referimos a vida formada por organismos capaces de autosustentarse y reproducirse incluyendo los microbios como seres más sencillos. La vida compleja surge de la propia evolución de organismos primarios como demuestran los estudios bioquímicos.



P. ¿Se está más cerca de poder demostrar la existencia de vida fuera de nuestro planeta?

R. Desde luego, aunque quizás descubrirla requiera un golpe de suerte. Primero de todo estamos comenzando a explorar mejor nuestro sistema planetario en el que no podemos todavía descartar que no haya surgido vida en otros cuerpos planetarios. También el descubrimiento de otros sistemas planetarios, el estudio remoto de las atmósferas de planetas similares a la Tierra y la escucha con radiotelescopios de algunos de ellos podría permitir encontrar evidencia de vida en pocas décadas.



P. ¿Dónde existen posibilidades de encontrarla en estos momentos? ¿En qué fase o fases podría encontrarse esa vida?

R. Pensamos que la vida requiere evolucionar en un entorno con agua líquida pero una vez formada puede migrar hacia otros hábitats inesperados. Por ejemplo, hace pocas décadas no soñábamos con encontrar microorganismos viviendo en la litósfera terrestre. En nuestro sistema solar deberíamos explorar Marte y las lunas Europa de Júpiter y Titán de Saturno.



P. Ustedes han desvelado las raíces cósmicas de la vida. ¿Permiten estos conocimientos proyectar la evolución de la vida humana en nuestro planeta?

R. Efectivamente la astrofísica revela que los elementos químicos que conforman los seres vivos se han sintetizado en estrellas que murieron para darnos vida. La vida humana es frágil y requiere un compromiso a escala global para poder afrontar diversos peligros nada desdeñables.



P. ¿Y en otros mundos?

R. El hombre necesita explorar, resulta nuestro medio natural. Sin la exploración de otros territorios en busca de recursos quizás nuestros antepasados se hubieran extinguido. El salto al espacio es cuestión de tiempo y colonizar la Luna, Marte u otros lugares puede permitirnos superar adversidades. Impactos cataclísmicos con asteroides o cometas podrían ocurrir en un futuro (lejano) y sin entornos alternativos para seguir progresando podríamos desaparecer.



P. Dice usted que vivimos la edad de oro de la astrofísica. ¿Por qué?

R. Porque gracias a los conocimientos actuales sobre la formación de estrellas, planetas y de la evolución de la vida estamos en condiciones de responder a algunas de las más fundamentales preguntas que se ha ido planteando el ser humano.



P. Usted muestra su preocupación en esta obra por el “distanciamiento antinatural entre la ciencia y la sociedad”. ¿A qué se refiere?

R. Paradójicamente cuanto más descubrimientos hacemos los científicos, más se alejan esas respuestas del conocimiento público. Por ello, los científicos debemos jugar un importante papel en divulgar nuestra ciencia para, de ese modo, contribuir a paliar ese distanciamiento.



P. ¿Cree que los ciudadanos no muestran interés por estos temas en comparación con otras épocas? ¿Cuál es su percepción?

R. Mucha gente muestra interés, cada vez más, por la divulgación científica y por las implicaciones de la ciencia en su día a día. El público desea estar bien informado, no sólo de aquellos temas que afectan su salud sino su manera de afrontar y aprovechar la vida. Internet permite encontrar magníficos materiales divulgativos para dar respuesta a esas preguntas pero no permite ponderar su veracidad. Hay también demasiada información perniciosa pues la pseudociencia continua arraigada significativamente en muchos campos del saber.



P. ¿Puede influir en la evolución de la vida en la Tierra este desconocimiento? ¿En qué sentido?

R. La ignorancia científica puede conducir a la desaparición de una civilización. Por ejemplo, la energía nuclear en malas manos resultaría letal para la humanidad. Superamos la guerra fría dado que aprendimos el peligro que representaban las bombas termonucleares. Pero la ignorancia alcanza también movimientos pseudoreligiosos radicales que no propugnan la paz y el respeto hacia todos los seres humanos ni la propia Tierra que cálidamente nos acoge. La guerra, el cambio climático, el hambre y el racismo continuarán siendo las pestes de siglos venideros.



P. ¿Qué lleva a un científico a escribir un libro de divulgación para el público general?


R. Mi constante búsqueda de respuestas desde una posición agnóstica de la vida. Antes de ser científico profesional fui astrónomo aficionado y, mucho antes, fui un niño curioso. Quiero pensar que todavía mantengo la curiosidad natural de muchos niños como, por ejemplo, la de mi propio hijo que escucha atónito las enseñanzas de sus padres, posiblemente nuestro mejor legado.



Pie de foto: La conferencia se celebró anoche en el espacio UNE de la Librería Documenta de Barcelona.