jueves, 7 de abril de 2016

Raimon Guitart: “Sin saber todavía qué ocurrió exactamente, no es descartable que otro episodio de la colza pueda volver a producirse”


Raimon Guitart / UAB

  • Autor del libro "Tóxicos. Los enemigos de la vida", publicado por Edicions UAB, un sello del Servicio de Publicaciones de la Universidad Autónoma de Barcelona.

Los tóxicos son inherentes a la vida: forman parte del universo desde sus mismos orígenes y debemos convivir con esa realidad. Los venenos, las drogas y los contaminantes son solo algunas de las sustancias que solemos englobar bajo ese nombre, y su diversidad es casi infinita. Este libro es un recorrido amplio, perfectamente asequible y rico en información rigurosa en torno a esa miríada de sustancias que conocemos como tóxicos. Un mundo que debemos conocer mejor y que nos fascina en la misma medida en que nos inquieta.



P. ¿Somos conscientes del grado de sustancias tóxicas con las que convivimos en nuestra vida cotidiana?


R. Me temo que no. La cultura toxicológica de los españoles es muy deficiente. Hay quien está convencido de que si puede adquirir un insecticida en un supermercado, es imposible que sea dañino para un gato o un bebé. Peor aún, escribir sobre tóxicos y contaminantes sale gratis, e Internet no ha contribuido a mejorar los conocimientos de la gente de la calle.



P. ¿Cuáles son las que más deberían preocuparnos y por qué?

R. Pienso que hacer un ranking no es lo prioritario. Lo importante es que la gente, y entre estos maestros de escuela y periodistas, estén correctamente informados. Bajo determinadas circunstancias, todo puede resultar tóxico, desde el agua hasta la miel, pasando por un corte en el pie con un clavo. Si un plaguicida o medicamento están autorizados, es porque el beneficio supera al riesgo, pero se debe ser consciente de que ese riesgo existe.



P. ¿Pueden los ciudadanos evitar o reducir el uso y contacto con algunas de ellas?

R. En la información y en la capacidad crítica de reacción está la clave. Los tóxicos están ahí, y conocerlos puede permitirnos minimizar nuestra exposición a ellos. Si se desea o se puede, claro está. Los isótopos radioactivos, los metales, las micotoxinas, los plaguicidas, los hidrocarburos aromáticos policíclicos o las dioxinas están en el aire que respiramos, en las bebidas que tomamos o en los alimentos que comemos. Pero más en algunos sitios y en ciertas condiciones que en otros.



P. ¿Estamos hoy más expuestos a este tipo de sustancias por el incremento de nuevos productos y materiales en nuestras vidas?


R. Hoy estamos expuestos a decenas de miles de nuevas sustancias que hace cien años no existían. Pero también es verdad que nuestra esperanza de vida se ha multiplicado por dos en ese espacio de tiempo. Tan mal no lo estamos haciendo; el problema es que mucho de lo que sabemos lo hemos aprendido a partir de grandes errores, las llamadas catástrofes tóxicas.



P. Los protocolos de seguridad de industrias de productos químicos, la industria farmacéutica o alimentaria, por ejemplo, ¿están suficientemente desarrollados como para prevenir posibles futuros efectos nocivos de sus productos?

R. El riesgo cero no existe, o en todo caso aplicarlo tendría un coste económico y social astronómico. Cada industria tiene sus protocolos, pero en general las pruebas de Toxicología Experimental Evaluativa están para tratar de garantizar al consumidor que todo está controlado, que no van a surgir problemas inesperados. Pero la prueba final siempre va a ser su comercialización y empleo masivos.



P. Desde el punto de vista de prevención y protección del ciudadano, ¿cómo valora la legislación española y comunitaria?

R. En general bien, y hay que reconocerles que en el presente siglo se han puesto las pilas. Aunque siempre hay excepciones. Los lobbies están muy atentos y sus abogados saben encontrar resquicios legales para no prohibir o retirar sus productos, a pesar de su reconocida toxicidad. El caso de la munición de plomo, para la que se dispone de alternativas no tóxicas, es un buen ejemplo.



P. Casos como la intoxicación de la colza, las vacas locas, … ¿serían improbables hoy?


R. Son dos casos distintos. Puedo hablar más del primero, entre otras cosas porque fue el primer trabajo de investigación que me encargaron, y casi todo lo llevé a cabo en Francia. Dicho en plata, sirvió para demostrar que la Ciencia en la España postfranquista era un desastre. Muchas cosas se hicieron mal, simplemente porque no estábamos preparados. La tragedia fue enorme, pero se perdió la oportunidad de aclarar muchas cosas. ¿El gran problema? Que sin saber todavía qué ocurrió exactamente, no es descartable que otro episodio de la colza pueda volver a producirse.



P. Dice usted que la toxicología actual está más centrada en prevenir que en curar. ¿Estudian ustedes de dónde podrían venir nuevas intoxicaciones masivas?

R. La Toxicología tiene un largo recorrido. Ya el hombre prehistórico se intoxicaba con plantas y hongos venenosos o con aguas contaminadas. La misión de curar al paciente intoxicado sigue siendo importante, pero desde todos los puntos de vista resulta más rentable tratar de evitar esas intoxicaciones o minimizar el riesgo de que ocurran. Por ejemplo, no se tardará en adoptar medidas para limitar la contaminación atmosférica de algunas ciudades, medidas que seguro no serán populares. Pero sí necesarias.



P. ¿Es su conferencia celebrada anoche sobre el plomo en la caza un ejemplo de ese interés por la prevención? ¿Qué otras acciones preventivas ha establecido la toxicología en sus protocolos de trabajo?

R. Aunque estamos mejor que hace veinte o treinta años, todavía queda trabajo por hacer. Especialmente esto es evidente en el campo de la contaminación ambiental, donde hay temas candentes que debemos abordar antes de que se llegue a una situación de irreversibilidad. Un mundo sin abejas, sin gorriones o sin cetáceos, humanizado al cien por cien, no será un mundo más perfecto.



P. Los tóxicos son inherentes a la vida. ¿Qué función tienen en la naturaleza?

R. Han coevolucionado juntos. La adaptación a un mundo de tóxicos ha resultado esencial para llegar a la situación en la que nos hallamos en nuestro planeta. La más dramática ocurrió hace cosa de dos mil cuatrocientos millones de años, cuando el aire de nuestro planeta empezó a “contaminarse” con oxígeno. El oxígeno sigue siendo tóxico, pero disponemos de mecanismos de defensa y, sobre todo, posibilita la eficiente respiración aeróbica y con ella un mejor aprovechamiento de los alimentos y la existencia de organismos pluricelulares de gran tamaño.



P. ¿Qué otras sustancias tóxicas presentes en los distintos ámbitos de la vida les preocupan a los científicos?

R. Hay miles de potenciales agentes tóxicos a estudiar, a los que sumar sus productos de degradación y sus metabolitos. Los toxicólogos no somos por definición ecologistas, y tendemos a pensar que nuestros temas de estudio se encuentran entre los problemas más trascendentes. Si sabemos que existen soluciones, en ocasiones bajamos a las arenas más políticas para que estas se apliquen. Pueden ser sustancias inorgánicas o plaguicidas, pueden ser carcinógenos o disruptores hormonales, todos tienen su importancia.



Pie de foto: La conferencia se celebró anoche en el espacio UNE de la Librería Documenta de Barcelona.