Cambio de paradigma
Por Juan L. Blanco Valdés, director de Publicaciones de la Universidad de Santiago de Compostela
Juan L. Blanco Valdés |
En estas magníficas jornadas, que en su tercera convocatoria se van consolidando como una cita anual vivamente esperada por el sector, se pudo oír la voz de todos los actores de un complejo proceso: teóricos de la edición; tecnólogos e informáticos; editores, libreros y bibliotecarios; gestores, expertos de la información y evaluadores de la actividad científica editorial; responsables de entidades colectivas y especialistas en propiedad intelectual; agregadores de contenidos digitales... aportaron su experiencia y su propia perspectiva, permitiendo construir un discurso poliédrico que, en mi opinión, lejos de mostrarse anárquico y deslavazado, se asienta en pilares sólidos y perfectamente definidos. Adelanto un elenco de mis conclusiones de estas jornadas.
· Se está configurando un medio substantivamente distinto al libro impreso. Superar la estéril y facilona convicción de que el libro digital es un mero sustituto del libro impreso es comenzar a querer entender lo que realmente está ocurriendo a nuestro alrededor: el libro digital es un medio diferente, que define, por una parte, nuevas improntas memorísticas, de comportamiento lector y de interacción y recuperación de la información, y, por otra, políticas y estrategias adaptadas a una genética, producción, difusión y comercialización editorial diferentes a la del libro tangible.
· La edición universitaria está liderando buena parte de la mutación digital. La responsabilidad de los editores universitarios es especialmente trascendente, pues en ningún otro sector de la edición la potencialidad de la comunicación digital adquiere un alcance y consecuencias comparables. Cooperación multidireccional y fluidez en los flujos de trabajo entre todas las partes implicadas; desarrollo de nuevas formas de inteligencia empresarial; expansión internacional y detección de nuevos nichos de demanda son las acciones principales que tenemos que liderar los editores, en mi opinión, el núcleo duro del proceso, pues todos los otros actores son sufragáneos de nuestra posición y de esta va a depender la eficiencia de las políticas tecnológicas, de difusión y comercialización de los productos digitales.
· Es imperioso deshacerse de las viejas inercias e incorporar soluciones nuevas a problemas nuevos, imaginación frente a resistencia, innovación frente a inmovilismo. En la medida en que el discurso del editor universitario sea sólido y fundamentado, menores serán las reluctancias y escrúpulos de los gestores y políticos en relación a soluciones que, por regla general, incorporan además enormes ahorros de recursos financieros.
· Conciliación inteligente de rutas digitales: comercialización y acceso abierto. El retorno legítimo de inversión en librerías y distribuidoras digitales y el apoyo a la socialización del conocimiento en repositorios de acceso abierto no tienen por qué ser caminos excluyentes.
· Adaptación constante a los cambios del medio en todos los aspectos: legitimidad y respeto a la voluntad de los autores y a los cambios eventuales en materia de propiedad intelectual; necesidades y hábitos de consulta, acceso, compra o lectura del usuario; estructura de la editorial y capacidad de implementación de proyectos; softwares permanentemente actualizados y nuevas soluciones tecnológicas.
· Definición de una política eficiente de metadatos y revisión permanente de la misma.
· Dinamización de un nuevo discurso basado en fórmulas alternativas a los factores de impacto tradicionales (y ligados a intereses financieros concretos), como únicos elementos métricos de la calidad de la edición y la investigación.
Somos una generación privilegiada. Siento, nada más y nada menos, que vivimos un cambio de paradigma. Es más, lo estamos haciendo posible. Al igual que Gutenberg destiló saberes y habilidades previas y, aprovechando con inteligencia los avances técnicos de su tiempo, fundió el molde de un soporte comunicativo nuevo y revolucionario, así nosotros, casi seiscientos años después, ponemos toda nuestra experiencia y conocimiento en construir un bastidor diferente en el que seguir acomodando la expresión de la cultura, de la ciencia, de la información. Pero solución de continuidad no implica renuncia a los orígenes. Desde el grato recuerdo de laEnciclopedia Álvarez y la pizarra y el pizarrín con los que comencé mi periplo escolar, me reitero en una pasión, tan cierta como reconfortante: mi amor a los libros sigue incólume. Supongo que en esto me parezco a Gutenberg.
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