viernes, 21 de abril de 2017

Abraham Rubín: “Hay ciertos intereses en desactivar el poder de cuestionamiento de la filosofía, para reducirla a un inofensivo corpus teórico”

Presentación del libro "Vivir el acontecimiento"

  • Autor del libro “Vivir el acontecimiento: aproximaciones desde el pensamiento contemporáneo”, publicado por la Universidad de Santiago de Compostela

Estas páginas abordan la noción de acontecimiento como uno de los conceptos centrales en el pensamiento filosófico de los siglos XX y XXI en cuanto aquello que escapa a la categorización de la filosofía tradicional y da lugar a la aparición de lo inesperado, rompiendo de este modo con lo preestablecido. Esta problemática filosófica se enfrenta a todo discurso homogéneo y tradicional y propone una descolonización del pensamiento, proporcionando una oportunidad a la novedad, apostando por que el pensamiento sea riguroso y al mismo tiempo creativo, explorando así nuevos caminos, asumiendo que la contingencia puede ganar terreno a la necesidad, una aproximación que implica repercusiones políticas, especialmente relevantes en lo que refiere al capitalismo de finales del siglo XX y comienzos del XXI.



P. ¿Qué relación existe en la actualidad entre filosofía y política?

R. Sospecho que hay ciertos intereses en desactivar el poder de cuestionamiento de la filosofía, para reducirla a un inofensivo corpus teórico, simplemente reflexivo, cuando es seguro que la política necesita recursos para no caer en el pragmatismo, el oportunismo o el cinismo.



P. ¿Qué relación debería existir, por y para qué?

R. La política lidia con reglas pero estas no siempre funcionan, al menos si quieren mantener una relación estrecha con la idea de justicia. Para hacerlo es preciso inventar nuevos caminos y nuevas reglas, y ello atraviesa la filosofía, la implica decisivamente. Todo acto político lleva tras de sí una filosofía. Su poder de cuestionamiento y de crítica es fundamental. También ayuda a no tener miedo.



P. Ante la necesidad de buscar una alternativa al capitalismo, y su derivada la globalización, usted habla en su libro de la dificultad de pensar esa alternativa. ¿Cuáles son esas dificultades desde el punto de vista teórico?


R. El capitalismo es un candado. Uno de sus cierres lleva a pensar que cualquier cambio estructural llevará a la pérdida de todo lo que tenemos, lo que produce pánico y conservadurismo. Sufrimos un aprisionamiento mental, y esta incapacidad de imaginar es una de las consecuencias de vivir en un presente en el que el deseo está bloqueado y que se enfrenta a la diferencia misma de un porvenir que puede ser monstruoso.



P. ¿Y desde el punto de vista práctico?

R. La mercantilización de la vida. El capitalismo redirecciona el deseo hacia el consumo, hacia la disponibilidad de un número ingente de mercancías esperando para ser consumidas. Esto lleva al deseo a un bucle reactivo sin capacidad creativa. Todo está disponible, el deseo se prefabrica, la imaginación se paraliza y se atrofia la capacidad de desear, lo que puede dar lugar a frustración.



P. ¿Cómo podrían solventarse?

R. Abriéndose a lo diferente, perdiéndole el miedo al otro, al cambio y al porvenir. Aprender a desear al margen del consumismo.



P. ¿Son los partidos de la denominada nueva política como los movimientos sociales y los populismos tentativas de esa búsqueda?

R. Si hablamos de búsqueda de alternativas al capitalismo creo que solamente los movimientos sociales se pueden desenvolver en ese terreno. Esto es independiente de que algunos partidos políticos los vean con simpatía, o incluso compartan alguna de sus preocupaciones y traten de llevarla a terrenos institucionales.



P. ¿Qué une y que diferencia a estas nuevas propuestas políticas?

R. No estoy seguro de que sea justo identificar la “nueva política” con los movimientos sociales. Estos, de tradición asamblearia y horizontal, no pueden ser representados por ningún partido político con estructura vertical. Por otra parte, desconfío no solo de la palabra “pueblo” y su apelación a una identidad indiferenciada, sino también de aquellos que atribuyen una voluntad única al conjunto de singularidades que somos.



P. ¿Deberían formularse otras? ¿Bajo que principios y objetivos?


R. No creo que haya más principios que el intentar ser lo más fiel posible a la idea de justicia (que atraviesa y fundamenta al derecho, y no se reduce a él). Todo lo demás hay que ir decidiéndolo e inventando, sabiendo que todo proyecto político no es un saber tranquilizador, al margen de aporías. Si lo fuese no dejaría lugar a la decisión ni a la responsabilidad, pero tampoco a la ética.



P. ¿Cómo podría evolucionar el pensamiento que sustenta al capitalismo en los próximos años?

R. El capitalismo busca nuestra adhesión ideológica bajo una estrategia de legitimación. Puede que siga insistiendo en el concepto de deuda, que lleva aparejado el de culpa, donde la vida se mercantiliza y las finanzas se convierten en las relaciones de poder entre aquellos que deben (poblaciones enteras) y sus acreedores.



P. ¿Cómo debería?

R. Sin un proceso de transformación interna no hay alternativa posible. Debe ser un trabajo previo a toda acción política transformadora y no puede reducirse, sin más, a un programa de acciones. Solo a partir de ahí es posible el surgimiento de algo diferente.





Pie de foto: El libro se presentó anoche en el espacio UNE de la Librería Gallaecia Liber de Santiago de Compostela. Intervinieron: el vocal de la Junta Directiva de la UNE y director de Publicaciones de la USC, Juan L. Blanco Valdés; el autor de la obra, Abraham Rubín, doctor en Filosofía, escritor e investigador especializado en filosofía contemporánea; José Miguel Sagüillo Fernández-Vega, catedrático del área de Lógica y Filosofía de la Ciencia y actual decano de la Facultad de Filosofía (2d); y los profesores Luis Garcías Soto (c) y Ángel Pérez (1d).



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