martes, 11 de junio de 2013

Cambio de paradigma. Por Juan L. Blanco Valdés, director de Publicaciones de la Universidad de Santiago de Compostela

Tras la clausura de las III Jornadas – Taller de formación sobre libro electrónico, que organizadas por la UNE y el CSIC se han celebrado los días 6 y 7 de junio, el director de Publicaciones de la Universidad de Santiago de Compostela reflexiona en su blog Fragmentos da Galaxia sobre este encuentro, los temas que en él se suscitaron y la trascendencia del momento actual para el libro universitario. Por su interés, lo reproducimos aquí.

Cambio de paradigma
Por Juan L. Blanco Valdés, director de Publicaciones de la Universidad de Santiago de Compostela

Juan L. Blanco Valdés
Las III Jornadas-Taller de Formación sobre Libro Electrónico, organizadas por la UNE, y celebradas los días 6 y 7 de junio de 2013 en el campus madrileño del CSIC, constituyeron un foro de intenso debate y cambio de impresiones entre profesionales, un debate sincero, incluso radical por momentos en cuanto a la diferencia de posiciones y, por lo tanto, alejado de la diplomática, e improductiva, complacencia que suele presidir muchos eventos de esta naturaleza. Además de encontrar viejos amigos y hacer nuevas e interesantes relaciones, uno se empapa de las opiniones y perspectivas ajenas, lo que supone un impagable enriquecimiento en términos de conocimiento técnico. En una encrucijada llena de luces y sombras, de certidumbres relativas y dudas insoslayables, hacemos camino al andar y construimos el futuro con retazos de presente. Que las potencialidades de la producción digital iban a cambiar los fundamentos del mundo editorial conocido era una segura intuición desde hace tiempo. Recuerdo que, hace tal vez cuatro o cinco años, en ocasión de una jornada sobre el presente y el futuro de la edición en Galicia a la que me invitó cierto medio de comunicación, un buen amigo y colega comenzó su intervención mostrando en una diapositiva un grupo de gente que, en el andén de una estación ferroviaria, miraba, expectante, hacia la vía, esperando la llegada del convoy. Hoy, todos nos hemos subido al tren, y, ya más acomodados, ya menos, nos dirigimos inevitablemente hacia un destino común. Quienes sigan esperando en la estación, lo van a tener muy complicado en los años próximos, pues el tiempo perdido en actualización tecnológica es difícilmente recuperable.

En estas magníficas jornadas, que en su tercera convocatoria se van consolidando como una cita anual vivamente esperada por el sector, se pudo oír la voz de todos los actores de un complejo proceso: teóricos de la edición; tecnólogos e informáticos; editores, libreros y bibliotecarios; gestores, expertos de la información y evaluadores de la actividad científica editorial; responsables de entidades colectivas y especialistas en propiedad intelectual; agregadores de contenidos digitales... aportaron su experiencia y su propia perspectiva, permitiendo construir un discurso poliédrico que, en mi opinión, lejos de mostrarse anárquico y deslavazado, se asienta en pilares sólidos y perfectamente definidos. Adelanto un elenco de mis conclusiones de estas jornadas.



· Se está configurando un medio substantivamente distinto al libro impreso. Superar la estéril y facilona convicción de que el libro digital es un mero sustituto del libro impreso es comenzar a querer entender lo que realmente está ocurriendo a nuestro alrededor: el libro digital es un medio diferente, que define, por una parte, nuevas improntas memorísticas, de comportamiento lector y de interacción y recuperación de la información, y, por otra, políticas y estrategias adaptadas a una genética, producción, difusión y comercialización editorial diferentes a la del libro tangible.

· La edición universitaria está liderando buena parte de la mutación digital. La responsabilidad de los editores universitarios es especialmente trascendente, pues en ningún otro sector de la edición la potencialidad de la comunicación digital adquiere un alcance y consecuencias comparables. Cooperación multidireccional y fluidez en los flujos de trabajo entre todas las partes implicadas; desarrollo de nuevas formas de inteligencia empresarial; expansión internacional y detección de nuevos nichos de demanda son las acciones principales que tenemos que liderar los editores, en mi opinión, el núcleo duro del proceso, pues todos los otros actores son sufragáneos de nuestra posición y de esta va a depender la eficiencia de las políticas tecnológicas, de difusión y comercialización de los productos digitales.

· Es imperioso deshacerse de las viejas inercias e incorporar soluciones nuevas a problemas nuevos, imaginación frente a resistencia, innovación frente a inmovilismo. En la medida en que el discurso del editor universitario sea sólido y fundamentado, menores serán las reluctancias y escrúpulos de los gestores y políticos en relación a soluciones que, por regla general, incorporan además enormes ahorros de recursos financieros.

· Conciliación inteligente de rutas digitales: comercialización y acceso abierto. El retorno legítimo de inversión en librerías y distribuidoras digitales y el apoyo a la socialización del conocimiento en repositorios de acceso abierto no tienen por qué ser caminos excluyentes.

· Adaptación constante a los cambios del medio en todos los aspectos: legitimidad y respeto a la voluntad de los autores y a los cambios eventuales en materia de propiedad intelectual; necesidades y hábitos de consulta, acceso, compra o lectura del usuario; estructura de la editorial y capacidad de implementación de proyectos; softwares permanentemente actualizados y nuevas soluciones tecnológicas.

· Definición de una política eficiente de metadatos y revisión permanente de la misma.

· Dinamización de un nuevo discurso basado en fórmulas alternativas a los factores de impacto tradicionales (y ligados a intereses financieros concretos), como únicos elementos métricos de la calidad de la edición y la investigación.


Somos una generación privilegiada. Siento, nada más y nada menos, que vivimos un cambio de paradigma. Es más, lo estamos haciendo posible. Al igual que Gutenberg destiló saberes y habilidades previas y, aprovechando con inteligencia los avances técnicos de su tiempo, fundió el molde de un soporte comunicativo nuevo y revolucionario, así nosotros, casi seiscientos años después, ponemos toda nuestra experiencia y conocimiento en construir un bastidor diferente en el que seguir acomodando la expresión de la cultura, de la ciencia, de la información. Pero solución de continuidad no implica renuncia a los orígenes. Desde el grato recuerdo de laEnciclopedia Álvarez y la pizarra y el pizarrín con los que comencé mi periplo escolar, me reitero en una pasión, tan cierta como reconfortante: mi amor a los libros sigue incólume. Supongo que en esto me parezco a Gutenberg.