miércoles, 29 de mayo de 2013

José María López: “En política científica y cultural, la pérdida de capital humano es la peor noticia”

  • Autor del libro "Los refugios de la derrota. El exilio científico e intelectual republicano"
  • La obra fue presentada anoche en la Librería Científica del CSIC-UNE
  • Tras la presentación, el autor contestó a algunas preguntas formuladas por Prensa UNE. La entrevista puede ser utilizada íntegramente o en parte por los medios de comunicación.
Acto de presentación del libro / Foto Alejandro Fernández

Este es un libro que relata cómo el exilio de los científicos e intelectuales españoles tras la caída de la República puso punto final a la Edad de Plata de la ciencia española, al quebrarse la continuidad de una esperanzadora senda abierta en el terreno de la investigación y la formación de un sistema de ciencia profesional que se había iniciado a comienzos del siglo XX de la mano de la Junta para Ampliación de Estudios. En 1939, al acabar la guerra, el único consuelo que les quedó a sus protagonistas fue darse cuenta de hasta qué punto las relaciones científicas y personales trabadas durante las décadas anteriores les iban a servir de apoyo tras la debacle republicana. Una vez en el exilio, buena parte de ellos trataron de adherirse a los discursos legitimistas republicanos, aportándoles la cobertura "ética" que representaba su encarnación de una tradición de pensamiento liberal y moderno frente al nacionalcatolicismo franquista. Tras el final de la Segunda Guerra Mundial, las esperanzas renacieron, pero la deriva de la política internacional al final de los años cuarenta pronto las enfrió. Entonces, la mayoría tomó conciencia de la nueva derrota republicana y se resignaron a un largo exilio en aquellos refugios que ya habían servido en 1939.



P. ¿Cómo ha reconstruido el relato del exilio científico e intelectual republicano?

R. Dos han sido los criterios que he seguido, uno geográfico, reconstruyendo los principales destinos que acogieron a los científicos e intelectuales republicanos exiliados; y otro personal, haciendo hincapié en las peripecias de algunos casos particulares que ejemplifican muy bien la trayectoria de este exilio.



P. ¿Qué número de intelectuales y científicos se exilian?

R. Es casi imposible dar una cifra exacta, pues la propia definición de “exilio científico e intelectual” podría dar lugar a discusiones sobre quién formaría parte del mismo.



P. Cítenos los más representativos.

R. Habría muchos nombres que podrían citarse, pero entre los más significativos, maestros liberales en el terreno científico e intelectual como Ignacio Bolívar, Blas Cabrera, Odón de Buen, Pío del Río-Hortega, José Giral, Augusto Pi-Sunyer, Gonzalo Rodríguez Lafora, José Castillejo, Luis Jiménez de Asúa, Agustín Millares Carlo o Juan Ramón Jiménez; en segundo lugar, un importante y nutrido grupo en plena madurez de su producción científica como José Cuatrecasas, Cándido Bolívar, Enrique Rioja, José Royo, Américo Castro, Claudio Sánchez-Albornoz, Tomás Navarro Tomás, Pedro Salinas, Jorge Guillén, Antonio Madinaveitia, Gustavo Pittaluga, José María Ots Capdequí, Francisco Giral, Isaac Costero Tudanca, José Gaos; por último, aquellos jóvenes que estaban al comienzo de su formación y que tenían un prometedor porvenir en sus diversas disciplinas, como Severo Ochoa, José Ferrater Mora, Eduardo Nicol, María Zambrano, Javier Malagón, Federico Bonet, Faustino Miranda, Bibiano Fernández Osorio Tafall, entre otros muchos.



P. Es decir, de todas las áreas de conocimiento.

R. De todas, desde las humanidades y ciencias sociales (historia, sociología, filología, filosofía, etc.) hasta las ciencias biomédicas, físico-químicas y naturales.



P. ¿Qué destinos eligen?

R. El principal receptor de científicos e intelectuales republicanos fue México. En segundo lugar situaría al mundo caribeño, Puerto Rico fundamentalmente, así como República Dominicana y Cuba en determinados momentos históricos. Otros destinos que recibieron una inmigración cultural importante fueron Francia, Gran Bretaña, Estados Unidos, Argentina y Venezuela, aunque hubo otros países hispanoamericanos que también contaron con exiliados republicanos de renombre.



P. Dice usted en el libro que recrearon las redes científicas en sus lugares de destino. ¿Integradas con las existentes en los países de acogida o al margen de ellas?

R. No las recrearon, aprovecharon los contactos científicos existentes en décadas anteriores. Pero lo más común fue que los republicanos reforzaron las redes científicas e intelectuales ya existentes en sus países de acogida.



P. ¿Qué significó la revista Ciencia?

R. La revista Ciencia fue una de las pocas publicaciones del exilio que, apareciendo en fecha tan temprana como 1940, prolongó su vida de forma paralela al exilio, hasta mediados de los años setenta. Es un instrumento privilegiado para seguir las sensibilidades por las que atravesó el exilio científico.



P. ¿Mantuvieron el contacto científico o académico con España?

R. Sin duda, en algunos casos desde los primeros años de su exilio y estos contactos se fueron fortaleciendo con el paso del tiempo, lo que desempeñó un importantísimo papel en el desarrollo del pensamiento científico y liberal en la España de los años sesenta y el tardofranquismo.



P. ¿En qué situación se queda la ciencia española tras este masivo exilio?

R. Al finalizar la guerra civil la situación de la ciencia en España era desoladora porque tanto el exilio como los procesos de depuración en la universidad y centros de investigación desmantelaron escuelas de trabajo, grupos de investigación, cercenó carreras consolidadas y truncó el inicio de las más jóvenes.



P. ¿Cuando se empieza a recuperar España de este hecho?

R. Los primeros síntomas de reactivación pueden empezar a sentirse durante el tardofranquismo, pero hasta los años ochenta y la puesta en marcha de una política de I+D consolidada no se apreció una plena recuperación.



P. ¿Habría algún paralelismo con la situación actual de fuga de cerebros por la crisis económica?

R. La emigración de 1939 fue por motivos políticos y por miedo a su integridad personal. Ahora se trata de una emigración por falta de oportunidades profesionales. En ambos casos, un drama para el país. En política científica y cultural, la pérdida de su capital humano es la peor noticia y dice mucho acerca de la gestión del mismo.

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José María López Sánchez es profesor ayudante doctor en el Departamento de Historia Contemporánea de la Universidad Complutense de Madrid, en la que obtuvo su doctorado en 2004 con premio extraordinario. Ha sido profesor en la Universidad Autónoma de Tamaulipas (México) y en la Universidad de Puerto Rico, así como investigador contratado JAE-Doc en el centro de Ciencias Humanas y Sociales del CSIC. Entre sus publicaciones destacan “La lucha por la Modernidad. Las ciencias naturales y la Junta para Ampliación de Estudios” (2012), “Heterodoxos españoles. El Centro de estudios Históricos, 1910-1936” (2006) y “La destrucción de la ciencia en España. Depuración universitaria en el franquismo” (2006).


Pie de foto. El libro fue presentado por Miguel Ángel Puig Samper, director de la Editorial CSIC (al fondo, 1º dcha); Luis Enrique Otero Carvajal (1º izqda.), decano de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad Complutense de Madrid, conocido historiador de Historia Contemporánea, autor de varios libros sobre la represión interna y la depuración de profesores durante el franquismo; Francisco Pelayo (2º dcha), investigador del Instituto de Historia del CSIC, destacado historiador de la ciencia, especializado en la historia de las ciencias naturales en España; y el autor (2º izqda).